lunes, 22 de febrero de 2010

Una de las patas


Hace un par de días el Presidente envió al Senado una iniciativa de ley para combatir el secuestro. (Sería bueno que fuera más sencillo para cualquiera tener acceso a iniciativas tan importantes como esa. En las oficinas de la Presidencia, por lo menos, no lo fue: “Llame al Senado, tal vez ahí la tengan”.)

A diferencia de lo que señalan algunos legisladores, esa iniciativa no tiene la misma trascendencia que las otras 12 ó 13 que esperan pacientemente ser analizadas en esa Cámara Alta; se trata de la propuesta enviada por el Jefe del Ejecutivo Federal, que se encuentra en pleno combate contra el crimen y que pretende que ese ordenamiento sea un instrumento más para avanzar en el objetivo de hacer de México un país más seguro.

A continuación se analizan algunos de los puntos clave de la propuesta:

Integración normativa. La iniciativa recoge sanciones y previsiones legales que estaban dispersas en muy distintos ordenamientos, lo cual sin duda favorece su aplicación y propicia la mejor coordinación de las diversas autoridades que por diferentes situaciones pueden conocer de este delito. Este es un acierto.

Aumento en las sanciones. La propuesta prevé que se aumenten los tiempos de cárcel a los secuestradores –hasta la cadena perpetua–. Aumentar las penas es una forma de representar la gravedad que se le otorga a un delito; pero sólo sirve de algo si efectivamente se atrapa a los delincuentes. Si no hay detención no hay procesamiento, y sin este no hay sanción. La óptica de autoridad suele conducir a eso, al endurecimiento de las sanciones, pero para saber si será de alguna utilidad se debe tener una visión criminológica que contemple la percepción del delincuente: la enorme mayoría de los secuestradores ni siquiera sabe a qué posibles penas se enfrenta en caso de ser detenidos, por eso les da igual que las penas se queden como están o se incrementen o se tripliquen. Al no tener una idea clara de la sanción original, aumentarla en un 50% o multiplicarla por 4 es una operación que ellos no hacen. Además los delincuentes parten de la idea de que no los van a atrapar, y que incluso en la lejana posibilidad de que así fuera, hay mil cosas que pueden pasar entre eso y que sean sentenciados. Y por último… ¡total, hay líderes de bandas dedicadas al secuestro que operan desde la cárcel!

Diversificación de castigos. En la iniciativa se proponen mayores sanciones para los casos en que el secuestrado sea menor de edad, mayor de 60 años, mujer embarazada o alguien que padezca inferioridad (sic) física o mental. A todos nos queda claro que el objetivo es agravar, digamos “encarecer” penalmente los secuestros de estas personas. Pero aquí opera un criterio económico: al “encarecer” el secuestro de personas con determinadas características se “abarata” el de otras. Es decir, siendo muy casuísticos, lo que se puede prever es que si acaso esto tuviera alguna incidencia en los delincuentes no sería la de inhibir sus crímenes, sino la de seleccionar con determinados criterios a quiénes secuestrar.

En otro aspecto, se prevé sancionar a quien funja como intermediario entre la familia de un secuestrado y los delincuentes; en ese caso habría que especificar que lo que será delito es negociar sin conocimiento de las autoridades, de lo contrario se estaría obligando a las familias a tener contacto con los delincuentes o a cederle esa representación a la policía, aunque consideren que con eso ponen en riesgo la integridad de la persona secuestrada. Creo que una familia que se encuentre en esa terrible circunstancia debe tener derecho a pedir a una persona de confianza les ayude a intentar salir de ella, si bien las autoridades deben estar al tanto de lo que está sucediendo.

Intervención de llamadas y manejo de información. Si el combate a la delincuencia es una guerra, las autoridades tienen una gran desventaja: tienen que pelearla ajustándose a reglas, mientras que los criminales hacen todo lo contrario, y más ahora que han roto los códigos de conducta que durante años habían respetado. Frente a esa situación, el factor con el que pueden emparejar un poco las cosas es una estructura nacional de inteligencia policiaca que, bien utilizada, puede regresar un poco de equilibrio a la balanza. De hecho esa es la principal forma en que se puede lograr combatir a los grupos delictivos: mediante el uso adecuado de la inteligencia. Lo que se requiere para que esto funcione es evitar a toda costa que se vea obstaculizado por burocratismo: un enredo de trámites, solicitudes, retrasos y complicaciones para lograr que se autorice la intervención de comunicaciones echaría a perder estos esfuerzos. Llama la atención que se hable de comunicaciones, sin especificar que tengan que ser telefónicas, lo que es muy positivo pues abre el margen de maniobra.

Infiltración policiaca de las bandas de secuestradores. Los operativos realizados mediante la actuación de agentes encubiertos deben ser parte de toda táctica para atacar a la delincuencia organizada. Sin embargo se debe considerar una realidad: en esos ámbitos criminales la cercanía e involucramiento con los líderes y su acceso a la información y operación está determinada en gran parte por la confianza que se gana una persona, y eso se logra justamente mediante la realización de actividades propias de la banda, es decir, delictivas. ¿Cuáles serían los criterios para conseguir que agentes se infiltren en los grupos criminales, sin que tengan que incurrir en delitos para lograrlo?

El combate eficaz al delito es como una mesa que debe estar apoyada en 4 patas: una legislación adecuada, un esquema ágil y efectivo de reacción ante hechos delictivos, una estructura eficiente que persiga a los delincuentes hasta sancionarlos, y una adecuada cooperación entre las autoridades y la sociedad. Al parecer que el Presidente lo sabe, pues ha abordado todos estos aspectos en sus posturas que ha expuesto abiertamente, como nunca antes, a raíz de que ha asumido una intervención directa en el caso de Ciudad Juárez. Pero no es suficiente saberlo: esta interdependencia de factores condiciona el éxito de cada esfuerzo. Así, la iniciativa presidencial, incluso si se perfecciona y aprueba sin muchos regateos y demoras, representa una de las patas; pero sólo puede tener éxito si se logran reforzar las otras, de lo contrario nos apoyamos en una mesa que se tambalea.


Correo electrónico: rafael@gonzalez.com.mx

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