lunes, 22 de febrero de 2010

Juegos de Poder


La prudencia aconseja no jugar desde el poder, porque hacerlo es algo muy serio. Pero la realidad es que por todas partes vemos a los políticos haciendo juegos, y por mucho que lo quisiéramos no podemos tener la certeza de que saben a lo que están jugando.

Por ejemplo, el Presidente parece estar metiéndose en un juego medio pesado con el PRI: un juego parecido a las vencidas, en el que gana o quien tiene más fuerza, o quien tiene más aguante. Abrir en el PAN la posibilidad de hacer alianzas con el PRD fue una inequívoca provocación al PRI, partido especialmente sensible que no tolera desaires ni malos tratos, y menos ahora que se consideran los virtuales arrendatarios del poder público, en paciente espera mientras les hacen entrega del mismo. Ya se sabe que el PRI está siempre en permanente alerta contra desplantes, en un estado parecido al que anunció Corea del Norte cuando, hace más o menos un año, ante maniobras militares de su vecino del sur advirtió: “todo disparo será una declaración de guerra”. Pues Calderón ya disparó y el PRI ya dio por declarada la guerra. (Por cierto, y para acentuar la semejanza, en el caso mencionado Corea del Norte agregó que respondería a cualquier acto con un ataque mucho más potente).

¿Por qué el Presidente decidió romper lanzas con quien podría ser su aliado en las reformas aún pendientes? Hay varias respuestas probables: porque no le gustó que se dieran por vencedores anticipados de la próxima justa (cuyas batallas ya comenzaron, pero que aún tiene una vida de politiquería por delante); porque se hartó de que los legisladores priistas más resonados, como Beltrones, hablen de él casi con magnanimidad, como quien se refiere a un nuevo gerente recién llegado que no sabe cómo manejar la oficina; porque quiso quitarle un poco de debilitamiento al PRD y pasárselo al tricolor con miras al 012; o porque se cansó de que le anduvieran vendiendo caro su amor y regateándole hasta una aprobacioncita del senado para salir de viaje. El caso es que ambos poderes –el presidencial y el priista– han iniciado un forcejeo indeseado para cualquier expectativa del país: el poder del Estado contra el poder del dinosaurio. Bueno, una parte de la parte del Estado que está en poder del Presidente, en combate con la parte más primitiva que le queda al dinosaurio.

¿En qué terminarán esas luchitas? Podemos ya anticipar el resultado: todos pierden. El que pierda menos creerá que ganó, claro, pero todos habrán/habremos perdido. Será como en un pleito de secundaria, en el que celebra quien haya perdido menos dientes.

Cambiando de arena, hay otros juegos más irritantes aún, como el que trae Ebrard jugando a gobernar. No está tirado al ocio, eso hay que reconocerlo, y seguro tiene días bastante ajetreados; pero los huecos en la eficiencia de su gobierno asoman por todas partes y así como se manifestaron antes en forma del drama del News Divine, se aparecen ahora como camiones de basura cayendo desde el prototípico segundo piso, o de agresiones a famosos que dejan ver un poco de la otra vida nocturna, para la que las autoridades no son más que artículos decorativos que, encima, decoran poco y mal. Ebrard parece estar jugando a las manitas calientes: sólo reacciona cuando llegan los golpes: ¿cayó un camión de basura del distribuidor vial? ¡Impidamos (ahora sí) el paso de camiones a los carriles centrales del Periférico! ¿Le dispararon a un ídolo en horas y situaciones discordantes con la ley? ¡Publiquemos la ley de verificación de antros, que no tenía ni para cuándo! ¿Se supo que hay miles de bares que violan la ley? ¡Anunciemos para el próximo fin de semana un megaoperativo y pongamos unas calcomanías de ésas fosforescentes que están almacenadas por ahí!

Y claro, el delegado hace lo propio y por el mismo camino: ¿En ese bar se evidenció lo mal que funciona mi administración? ¡Cerrémoslo y pongamos ahí una casa de convivencia para personas de la tercera edad! (¿En qué momento la tontería se convierte en ofensa?)

Y en la otra pista, la procuraduría de justicia del Distrito Federal. Yo creo que el procurador Mancera es un buen servidor público y que está auténticamente comprometido con su cargo; pero en esta ocasión intentar subirse en la ola generada por la vertiginosa reacción mediática y tratar de seguirle el ritmo, no sólo fue imposible sino que resultó contraproducente y provocó que se sacrificara la muy valorada mesura. Al ver que un subprocurador anunciaba y daba paso a la vedette, al ver que ella tomaba el micrófono institucional con la sonrisa televisiva a más no poder, al verla voltear a las cámaras como quien anuncia el próximo estreno de su nuevo reality, no pude evitar pensar en términos coloquiales: ya los perdimos.

Jugar desde el poder es peligroso. Cuando se gana no se puede saber bien si en verdad se ganó y cuando se pierde no se puede saber con certeza cuánto se perdió. Y los que pagamos solemos ser los que ni siquiera tenemos mucho que ver en el juego, sino que debemos intentar entretenernos –si es que se puede– mirando cómo juegan, pierden y nos hacen perder.

Qué mal: perder nada más mirando.



Correo electrónico: rafael@gonzalez.com.mx

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