miércoles, 16 de diciembre de 2009

...cola que le pisen



Yo me encuentro entre los que sentimos que casi nos debemos disculpar antes de mencionar en un espacio como éste el locuaz caso de “Juanito”... pero es un ejemplo tan claro de tantas cosas que suceden en las pistas de la política mexicana, que resulta casi inevitable utilizarlo como referencia para intentar comprender por qué somos como somos, por qué estamos como estamos y por qué nos pasa lo que nos pasa.

Después de una serie de bailes del absurdo, de pronto “Juanito” era el jefe delegacional en funciones de una demarcación de la mayor importancia demográfica, social, presupuestal y política. Ya se sabía que no se le iba a permitir quedarse en el cargo, pero ¿cómo quitarlo? Estaba la vía de la remoción por parte de la Asamblea Legislativa, pero los argumentos que se presentaron eran de risa; a cualquier estudiante de tercer semestre de Derecho le hubiera encantado que le dieran a defender el caso.

Claro que finalmente lo podrían haber removido por mayoría, sin importar si los argumentos eran o no sólidos, pero eso le hubiera dado la oportunidad de defenderse y eventualmente retener el poder con mayor fuerza aún; además en algunos casos los legisladores tratan de cuidar aunque mínimamente las formas. Los plantones alrededor de la sede delegacional tampoco funcionaron, por el contrario, los opositores empezaron a incurrir en responsabilidades penales y a hacer pensar en la delicada posibilidad de que el Jefe de Gobierno tuviera que ordenar el uso de la fuerza pública en su contra.

Entonces se acudió al recurso tradicional cuando los demás fallan, al as que cualquiera que entra en confrontaciones de poder con algún adversario quisiera tener bajo la manga: ¿tiene cola que le pisen?

Aaaahhh… la cola que pisar: el talón de Aquiles. Todo mundo, casi todo mundo, tiene una cuenta, un ingreso, un pariente, una acusación, un negocio, un escándalo, una novia, un novio, un favorcito que alguien le hizo un día. O una noche de copas, o una vida de copas, o un exceso, o muchos, o un error, o muchos.
Recuerdo haber leído en alguna ocasión un libro en el que se aconsejaba que si alguien se convertía en un enemigo, se le dijera simplemente: “yo sé lo que hiciste”. El texto aseguraba la efectividad de tal medida, bajo el supuesto de que cualquier persona ha cometido faltas que prefiere mantener en las penumbras.
Se trata del expediente oculto que se puede sacar cuando el expediente oficial no ha sido suficiente para golpear a alguien. Ahí es donde se ve quién es quién, quién de verdad aguanta y quién no. Muchos pueden defenderse de lo público, de lo que se ha cometido abiertamente: ahí están tan campantes, por ejemplo, algunos que salieron en forma poco decorosa de los cargos que ostentaban hace algunos años o hace sólo algunos meses. Pero si además de lo público tienen cola que les pisen, y luego se las pisan, no todos salen bien librados.
Cuando se entra a la escena pública es fundamental hacer conciencia de que las faltas humanas se sobredimensionan. Todo tiene un costo, se sabe, y en este tema los costos pueden esperar pacientemente por años para ser cobrados. En algunos casos nunca se sabe nada y por lo tanto no pasa nada, pero en otros los costos se pagan con intereses insospechados: se pueden cobrar con cárcel, si el expediente oculto incluía un acta de nacimiento falsificada, o con el hostigamiento atroz de la prensa, alimentada por el hambre de escándalo del público, si se es el mejor golfista del mundo y la esposa tras descubrir sus andanzas lo persigue empuñando justamente –vaya paradoja– un palo de golf como arma amenazadora.
Pero hablando de conductas incorrectas y regresando a territorio de Iztapalapa, se supone que funcionarios de la procuraduría de justicia capitalina le hicieron ver a “Juanito” que si insistía en sus intenciones lo podrían meter a la cárcel por su acta falsificada (el denunciante podría ser cualquiera). ¿Y ahora que se echó definitivamente para atrás no se le fincará responsabilidad penal alguna? ¿Obtuvo alguna especie de inmunidad por ese delito bien documentado y conocido por las autoridades? ¿Eso no es ilegal? ¿No implica eso en sí mismo otra conducta delictiva?
En cuanto a nuestros políticos, seguramente muchos tendrán cola que les pisen, otros pocos no. ¿Queremos saber? Quién sabe; tal vez preferimos la tranquilidad que da la ignorancia, que la angustia que inevitablemente nos atacaría si tuviéramos conciencia de lo que hay en los clósets del pasado de quienes en gran medida manejan el país. En alguna ocasión me encontraba en un restaurante muy concurrido por políticos de distintos partidos. Al salir uno de ellos del lugar, alguien dijo: “no vayan a cerrar la puerta… no sea que le machuquen la cola”.
¿Cuántos de nuestros políticos podrán tranquilamente cerrar tras de sí la puerta?

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